Cuando la educación inspira a la acción: estudiantes de Unifranz desarrollan tecnología que recicla

By Aldo Juan Peralta Lemus

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Un grupo de jóvenes visionarios, que cree en el poder transformador del aprendizaje, ha dado vida a una propuesta que une la innovación tecnológica con el compromiso ambiental. A partir de una profunda reflexión sobre los desafíos de nuestro tiempo, estos estudiantes han diseñado y desarrollado “Extrusor Verde”, una máquina capaz de convertir botellas plásticas PET en filamento utilizable para impresoras 3D. 

El equipo desarrollador, conformado por: Alison Tamara Gómez Villavicencio, Roberto Emanuel Tito Fernández y Elder Omar Gutiérrez Rosales, estudiantes de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, trabajaron durante más de cuatro meses aproximadamente en el desarrollo de su prototipo, que hoy ya se encuentra en la fase funcional. 

“El proyecto se llama extrusor verde, porque originalmente lo hicimos para reciclar botellas y en general cualquier tipo de plástico para fabricar filamento para máquinas 3D”, explica Elder.

La iniciativa de los tres jóvenes universitarios, es un innovador proyecto con impacto ambiental y tecnológico, que trabaja con residuos de plástico a partir del reciclaje de botellas PET. Además, ofrece una alternativa sustentable, de bajo costo, para el abastecimiento de materiales en el mundo de la impresión tridimensional.  

“El impacto ambiental del extrusor es muy grande, porque se puede ver que las botellas PET están en las calles tapando el desagüe, ocasionando inundaciones, contaminando los ríos. También es un material que no se degrada fácilmente. Y nos dimos cuenta que el plástico reciclado podía tener una segunda vida muy útil, podemos hacer muchas cosas que verdaderamente funcionen a nivel educativo, a nivel profesional, especialmente en el ámbito tecnológico”, explica Gutiérrez.

Los residuos de botellas de polietileno tereftalato (PET) representan un desafío ambiental significativo debido a su alta producción, persistencia en el medio ambiente y contribución a la contaminación. La gestión inadecuada del material PET, como la incineración en vertederos informales, agrava las emisiones de contaminantes y de problemas de salud en países con sistemas de reciclaje deficientes.

Lo que comenzó como una inquietud académica, en Unifranz se convirtió en una experiencia transformadora que demuestra que el conocimiento, cuando nace del compromiso y la reflexión, puede convertirse en una poderosa herramienta para dar respuesta a problemáticas reales. 

Son  jóvenes educados para la vida, que siembran conciencia para un futuro sostenible. Hoy la educación asume un rol protagónico como espacio conectado con la realidad, donde se cultivan ciudadanos comprometidos con su comunidad, el medio ambiente y el bien común. 

Este tipo de proyectos nacidos desde la academia, son base de la propuesta que se discutirá  en el Foro Internacional de Innovación Educativa: “Educación para la sostenibilidad”, evento que reunirá en Bolivia a protagonistas de la innovación educativa de la región, en julio próximo.  

Aprender haciendo

La idea del Extrusor Verde surgió dentro del programa de Proyectos Integradores, que es impulsado por la universidad, donde los alumnos proponen y desarrollan soluciones de impacto social a problemas ambientales actuales. Además, permite a los estudiantes poner en práctica el conocimiento adquirido durante su formación en situaciones reales, generando así propuestas tangibles que responden a necesidades concretas, convirtiéndolos en verdaderos agentes de cambio.

Los principales beneficios del proyecto son: por un lado, reduce el impacto ambiental generado por el residuo masivo de botellas PET, y por otro,  permite el acceso a materiales de impresión 3D, que suelen tener un alto costo en el mercado. Con esta tecnología, se puede obtener filamento de forma local, económica y sustentable.

“El material como tal, de filamentos 3D, es complicado de conseguir y se hizo muy caro en estos tiempos. Entonces, reciclar a base de material que tiene un costo más económico, como las botellas PET, el resultado del material es casi gratis. Por eso decidimos crear una máquina para realizar el filamento”, enfatiza el joven innovador.

Este proyecto no solo da una segunda vida a los residuos plásticos, sino que abre una puerta a nuevas formas de creación accesible, sostenible y responsable. Es un claro ejemplo de cómo el “aprender haciendo” es un motor de cambio positivo, integrando conocimientos científicos, creatividad y conciencia ambiental. Porque cada engranaje y componente de esta máquina es el resultado del trabajo innovador de los universitarios de Unifranz. 

Para el buen funcionamiento del proyecto, los principales componentes elegidos y utilizados para la construcción comprenden de: un motor Nema 17, un sensor de temperatura de Arduino (un dispositivo que mide la temperatura del entorno y la convierte en una señal eléctrica que puede ser leída). Además de engranajes para el funcionamiento en general del proceso de elaboración y recolección del filamento. Todos estos componentes están interconectados y emplazados en una resistente placa de melamina color café.

El proceso de transformación consiste en recolectar botellas PET, limpiarlas y reducirlas a bandas de un centímetro. Luego, estas bandas se introducen en la extrusora, cuando pasa por un cabezal de pistola de silicona los funde a temperaturas controladas y los convierte en un filamento uniforme.

“El plástico se calienta y debe llegar aproximadamente hasta los 92 grados para que el plástico sea maleable. El motor Nema 17, es el que jala el filamento, está conectado a todo el sistema de engranajes y eso va envolviendo todo el plástico que se le vaya poniendo”, explica Elder.

La calidad del hilo es comparable con la de filamentos comerciales, y con unas modificaciones, puede ajustarse en diámetro según las necesidades de impresión en 3D. Uno de los mayores desafíos fue controlar la temperatura y la velocidad de extrusión para garantizar un filamento continuo y sin imperfecciones. Para lograrlo, los estudiantes implementan componentes térmicos más especializados para regular las variables críticas del proceso.

Por otro lado, Alison, Roberto y Elder no ocultan la satisfacción de haber logrado un prototipo funcional para producir el filamento plástico listo para utilizar. “La verdad, estoy muy feliz. Con mi equipo logramos el objetivo que era hacer el filamento para las máquinas 3D”, expresa Elder.

Sin embargo, para maximizar el impacto del proyecto, los estudiantes trabajan en mejoras que contemplan principalmente en incorporar piezas de mejor calidad. Además, de trabajar en algunas modificaciones con elementos más profesionales para lograr, por ejemplo, una mejor circulación de aire de la máquina, y de esta manera obtener un filamento de mayor calidad a bajo costo.

Más que una solución técnica, esta iniciativa representa una semilla de transformación sembrada desde la educación en Unifranz, que busca cultivar un futuro donde la tecnología y el respeto por el planeta avancen de la mano. Aquí, aprender no es solo adquirir información, sino construir caminos hacia un mundo mejor.

Mientras tanto, el equipo de jóvenes continúa perfeccionando la extrusora y recolectando botellas para seguir produciendo filamentos. Su trabajo nos recuerda que los grandes cambios comienzan con pequeñas ideas cultivadas desde el aula, donde cada experiencia educativa puede convertirse en una semilla de transformación hacia un futuro más sostenible para todos.

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