¿Cuáles son los riesgos del celular en manos de niños menores de 5 años?

By Paula Beatriz Cahuasa

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Por Jorge López

Cada vez es más común ver a niños menores de cinco años usando celulares como parte de su rutina diaria. Lo que parece inofensivo, incluso útil para calmar berrinches o entretenerlos por un rato, podría estar generando daños invisibles en su desarrollo. Diversos especialistas alertan sobre los efectos neurológicos, emocionales y físicos del uso temprano de la tecnología.

“En los primeros años de vida, el cerebro está en su etapa más sensible al entorno. Si se lo sobreestimula con pantallas, el niño pierde oportunidades clave de aprendizaje real con otros seres humanos”, explica Cristofer Ortiz Flores, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El uso excesivo del celular en niños menores de cinco años interrumpe procesos esenciales como el desarrollo del lenguaje, la atención sostenida, la interacción social y la motricidad. La pantalla, al ser una fuente constante de estímulos visuales y sonoros, puede generar una falsa sensación de aprendizaje mientras reemplaza vínculos reales y experiencias físicas necesarias.

“Muchos padres usan el celular como herramienta de distracción, pero no miden el impacto emocional a largo plazo. Esto puede generar dependencia, ansiedad e incluso dificultades para manejar la frustración en el niño”, advierte Ortiz. 

Cuando un menor de cinco años pasa varias horas con un dispositivo, deja de explorar el mundo a través de los sentidos, de tocar, probar, conversar o equivocarse. Esta desconexión con el entorno físico y social puede reflejarse más adelante en problemas escolares, en la forma en que se relacionan o en su capacidad de regular emociones básicas como la tristeza o el enojo.

“Hemos observado casos en los que niños de tres o cuatro años presentan conductas adictivas al celular, tales como llanto inconsolable si se les retira, agresividad o aislamiento, lo cual es alarmante”, señala el psicólogo.

Estos patrones, que antes se registraban en edades mayores, aparecen cada vez más temprano. El niño se habitúa al ritmo acelerado de la pantalla y luego no tolera entornos con menor estímulo, como una conversación lenta, una actividad manual o una clase. Esto afecta directamente su concentración, su creatividad y su tolerancia a la espera.

“La mayoría de las veces, los padres no tienen intención de dañar. Solo quieren un momento de silencio o descanso, pero eso se logra mejor con rutinas afectivas, cuentos o juegos interactivos”, recomienda el docente de Unifranz.

Es importante que madres, padres y cuidadores comprendan que el uso del celular no debe sustituir la presencia y la atención activa de los adultos. La crianza digital responsable no prohíbe la tecnología, pero sí marca límites claros y propone alternativas sanas que estimulen el desarrollo integral del niño.

“El tiempo de pantalla debe ser mínimo, siempre con supervisión adulta y nunca antes de dormir. En menores de un año, lo ideal es evitarlo por completo”, señala la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus directrices de actividad física y comportamiento sedentario.

Los menores de cinco años necesitan jugar al aire libre, hablar con otros niños, interactuar con adultos y experimentar con su entorno físico. La OMS recomienda que los menores de dos años no estén expuestos a pantallas, y que entre los dos y los cuatro años, el tiempo de exposición no supere una hora diaria, siempre con acompañamiento.

“La exposición prolongada a pantallas afecta el sueño infantil, reduce la actividad física y puede provocar retrasos en el desarrollo del lenguaje y habilidades sociales”, advierte la Academia Americana de Pediatría (AAP) en su informe sobre salud digital.

El sueño de calidad, el ejercicio diario y la interacción humana son pilares esenciales del desarrollo. Si el celular ocupa el lugar de estas actividades, el niño corre el riesgo de enfrentar trastornos de comportamiento, irritabilidad constante o dificultades para adaptarse a contextos educativos más estructurados.

“Cuando los niños ven pantallas sin control, están recibiendo una estimulación artificial que no prepara al cerebro para la vida real. Eso se traduce en una menor capacidad de atención y autocontrol”, reflexiona el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en su campaña Primero la infancia.

El cerebro infantil necesita pausas, errores, contacto físico y entornos naturales. Las pantallas, por el contrario, presentan una realidad veloz, colorida y adictiva. Esto altera el umbral de atención del niño y le impide disfrutar actividades más lentas, como dibujar, armar rompecabezas o simplemente imaginar.

“El uso del celular en menores de cinco años debe ser mínimo, supervisado y siempre con un objetivo claro. No como un refugio para el adulto ni como un escape para el niño”, concluye Ortiz Flores.

Educar en la era digital no significa aislar a los niños de la tecnología, sino enseñarles a usarla con criterio. Pero para llegar a eso, primero es necesario que los más pequeños vivan el mundo real, con sus ritmos, emociones y personas, antes de quedar atrapados en un universo virtual que no siempre responde a sus necesidades.

“Lo importante es que el adulto acompañe el momento frente a la pantalla. Si el niño solo mira videos, se convierte en una actividad pasiva, pero si alguien dialoga y guía, el aprendizaje puede ser real”, apunta Unicef.

Las pantallas no deben ser enemigas, pero tampoco protagonistas. Deben formar parte de un entorno balanceado, donde el juego, la conversación, el descanso y el afecto tengan prioridad. Para lograrlo, es necesario establecer rutinas que protejan la infancia sin caer en extremos.

Para evitar los efectos negativos del celular en menores de 5 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef y la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomiendan:

  1. Evitar el uso de celulares en niños menores de 2 años.
  2. Limitar el tiempo de pantalla a máximo una hora diaria en niños entre 2 y 5 años, siempre con la supervisión de un adulto.
  3. Reemplazar el uso del celular por actividades como juegos físicos, lectura de cuentos y tiempo al aire libre.
  4. No usar el celular como forma de calmar al niño o mantenerlo distraído por largos periodos.
  5. Acompañar siempre al menor cuando vea contenidos en pantalla, explicando lo que ve y fomentando el diálogo.
  6. Establecer rutinas sin pantallas antes de dormir para proteger el sueño.
  7. Priorizar el contacto humano, el afecto y el juego como principales formas de desarrollo en la infancia.

La infancia no puede vivirse a través de una pantalla. En esta etapa crucial, cada conversación, cada juego, cada abrazo tiene más valor que cualquier video o aplicación. Los celulares seguirán formando parte del mundo, pero no deberían ocupar el centro de la niñez. Alejar las pantallas a tiempo no es un castigo, es una forma de cuidar el futuro.

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Paula Beatriz Cahuasa

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