El Carnaval en Bolivia es el escaparate de decenas de danzas folklóricas y tradicionales que representan distintos aspectos de nuestra cultura, desde las ancestrales danzas autóctonas, los bailes nacidos del sincretismo religioso de la colonia hasta las modernas re interpretaciones de leyendas y bailes modernos.
Todas ellas tienen un significado, muchas veces oculto o ignorado por sus bailarines y por los espectadores, sin embargo, es importante conocer estos aspectos para evitar que se pierdan o se tergiversen.
Milton Eyzaguirre, jefe de la Unidad de Extensión del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) indica que es fundamental que, no solo los bailarines, sino todos conozcamos la diversidad de las danzas, que comprendamos su origen, su música e historia para poder entender su significado.
“Lo fundamental es que nosotros nos conozcamos en esta gran diversidad, si nosotros no nos conocemos lamentablemente caemos en este mecanismo evolucionista de que las sociedades occidentales son superiores a las sociedades andinas o amazónicas. Por eso es importante que conozcamos cuál es el significado de todas las danzas, en qué momento se interpretan, quienes las interpretan, que instrumentos musicales se utilizan o cuál es la indumentaria para que así nosotros, desde diferentes percepciones conozcamos estas diferencias y así, a partir de conocer, dejamos de discriminar, dejamos de minimizar a los otros y empezamos a respetar las diferencias”, reflexiona.
Eyzaguirre indica, por ejemplo, que algunas danzas que se bailan en carnaval representan el cambio de estación de la época de siembra y cosecha, mientras que otras como la diablada, el enfrentamiento entre el bien y el mal.
“Tenemos danzas en el oriente que representan a dioses y animales, con máscaras de jaguares o venados que nos hablan de la fertilidad y el paso del tiempo húmedo al tiempo seco, hay una infinidad de ejemplos, pero es importante que al disfrutar de estas danzas, busquemos comprender sus significados”, agrega el experto del Musef.
Este conocimiento y reconocimiento de los orígenes y particularidades de las danzas también se extiende a los trajes, los cuales han evolucionado, adoptando modas y materiales foráneos, pero que, en algunos casos, logran perdurar gracias al trabajo de los artesanos que los confeccionan.
Juan Carlos Núñez, docente de la carrera de Administración en Hotelería y Turismo, de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, señala que, a pesar de los cambios en modas y tendencias en las danzas las tradiciones son mantenidas por artesanos que elaboran los trajes de manera ‘clásica’, pero incorporando nuevos materiales y adoptando las nuevas tendencias de manera menos agresiva.
“En la calle Los Andes de la ciudad de La Paz, por ejemplo, hay artesanos que están mezclando algunas prendas de lana y de bayeta con algunas cosas sintéticas, y con diseños modernos pero que recuerdan a los trajes más tradicionales. Estos artesanos están haciendo una especie de rescate de tradiciones y eso es admirable”, sostiene.
Por otra parte, Núñez también afirma que es necesario que las fraternidades busquen que los bailarines conozcan e investiguen el origen de las danzas que representan, para así ejecutarlas de mejor manera en las diferentes entradas y en el Carnaval.
Entre la evolución y la tradición.
De ser elaborados con materiales naturales, como lanas de oveja y de alpaca, a ser confeccionados con telas sintéticas y más livianas, los trajes de las danzas del Carnaval han sufrido una evolución en sus formas, materiales y técnicas.
Esta evolución es, muchas veces, vista como una pérdida de la autenticidad, sin embargo, en realidad responde a modas y desarrollos tecnológicos, que permiten a los confeccionadores y artesanos mantener la fastuosidad de los trajes, manteniendo los costos de producción más bajos.
“Hace 50 años, los trajes utilizados por los bailarines del Carnaval eran de materiales mucho más naturales, como por ejemplo tintes naturales, lana de oveja o de alpaca natural, algodón, por lo tanto, la calidad era mucho mejor. Hoy en día, todo es de origen sintético, eso por un lado negativo. Pero, por otro lado, los trajes se han hecho más livianos, pero no han perdido la vistosidad”, explica Núñez.
Por ejemplo, señala Núñez, en los años 60, un traje de morenada podía llegar a pesar hasta 80 kilos, mientras que ahora no pasa de los 30 kilos, esto debido al uso de otros materiales para su confección.
Otro ejemplo es el traje de las bailarinas de la danza de waka waka, que utilizan múltiples polleras, hasta unos 60, las cuales acentúan el movimiento de sus caderas.
“En el tema de la danza de la waka waka, una mujer llevaba entre 10 y 30 polleras, cada una pesaba como tres kilos; era un esfuerzo enorme llevar 30 polleras. Hoy en día, las bailarinas llevan fácilmente hasta 60 polleras porque el material del que están hechas es mucho más liviano, pero se ve mucho más ampuloso y estético,”, comenta el experto.
El experto agrega que la moda también ha hecho que los trajes cambien. Por ejemplo, indica que en la década de los 60 llegó a Bolivia la moda de las minifaldas, la cual rápidamente se abrió paso hacia los trajes folklóricos.
“La moda ha hecho que los trajes cambien, no olvidemos que en los años 60 se pusieron de moda las minifaldas y eso se ha ido traspasando a las danzas y llegó la minipollera que se hizo cada vez más corta”, indica.
En este caso, el experto señala que, por un tiempo, una especie de estigma evitó que las faldas se acortan demasiado, pero que, con el tiempo, éste se perdió y las polleras empezaron a hacerse cada vez más cortas.
De la misma manera, peinados, maquillaje o accesorios se fueron introduciendo en los trajes que utilizan los bailarines.
Por otra parte, las caretas también han experimentado una evolución, en principio construidas de yeso y lata, ahora se fabrican con fibra de vidrio, algunos tipos de plástico y hasta impresión 3D, haciéndolas más livianas, personalizables y dando la posibilidad a los artesanos de introducir mayores detalles.
“En el tema de las caretas, éstas se hacían de estuco, de latas de alcohol recicladas y esponja, mientras que hoy encontramos plástico y fibra de vidrio porque tienen un menor peso y permiten hacer máscaras más grandes, más vistosas, pero también más livianas”, dice el académico.
Sin embargo, Núñez advierte que esto distorsiona hasta cierto punto la originalidad de la danza. “Por ejemplo, entran a bailar morenada o caporales y les ponen unos lentes oscuros y eso le quita la vistosidad a la danza”.