El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que se expresa a través de la sensación de inseguridad permanente acerca de nuestras propias capacidades, de estar engañando al mundo a pesar de nuestros logros y las recompensas que vienen con ellos. Esta condición afecta a siete de cada 10 personas en algún momento de sus vidas, limitando su desarrollo personal y profesional.
“El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico de percepción distorsionada de uno mismo de ‘no merecer un reconocimiento, ni por él ni por otras personas’ que se basa en la incapacidad de asimilar los logros conseguidos y está relacionado a sentimientos de valoración disminuida. La persona se subestima o minimiza los éxitos que pueden ser significativos”, señala la psicóloga Grisel Consuelo Medina, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Identificado por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, esta condición no está clasificada como un trastorno clínico, pero es una experiencia psicológica que nos limita, sobre todo en el mundo laboral y académico.
Medina explica que esta autopercepción negativa es común en ambientes laborales y académicos, donde la competencia y las altas expectativas exacerban el problema.
«En el ámbito educativo, el estudiante puede evitar tareas por miedo al fracaso, lo que lleva al autosabotaje y, en algunos casos, al abandono de sus metas académicas», explica la psicóloga.
El perfeccionismo, la autoexigencia desmedida y la comparación constante con otros son factores clave que contribuyen al síndrome del impostor. También puede originarse por experiencias pasadas de fracaso o críticas severas, así como por patrones familiares que refuerzan estándares inalcanzables.
La necesidad de aprobación y el miedo al fracaso perpetúan este ciclo. Esto puede derivar en altos niveles de ansiedad y estrés, agravando la percepción de incompetencia.
Superar el síndrome del impostor
Superar este síndrome implica un proceso de autoconocimiento y cambio de mentalidad. Aquí se presentan algunas estrategias prácticas:
● Reconocer y aceptar el problema: el primer paso es identificar y admitir la existencia del síndrome del impostor. Aceptar que es una experiencia común puede reducir la carga emocional y abrir la puerta a estrategias de afrontamiento eficaces.
● Hablar sobre ello: compartir estos sentimientos con personas de confianza puede proporcionar una perspectiva más objetiva y aliviar el aislamiento. Esto también ayuda a normalizar la experiencia y a sentir un mayor apoyo social.
● Desafiar pensamientos negativos: cuestionar las creencias autodestructivas es esencial. Reflexiona sobre tus logros y reconoce que son fruto de tu esfuerzo y habilidades, no de la suerte o el engaño.
● Establecer metas realistas: reducir la presión interna ajustando las expectativas personales puede ayudar a disminuir la ansiedad. Las metas alcanzables también permiten celebrar pequeños logros, aumentando la motivación y la confianza.
● Buscar apoyo profesional: consultar con un psicólogo puede ser beneficioso para abordar las causas subyacentes y desarrollar herramientas para cambiar patrones de pensamiento. Un profesional puede proporcionar técnicas específicas de terapia cognitivo-conductual para manejar mejor estos sentimientos.
● Celebrar los logros: aprender a valorar tus éxitos, independientemente de su magnitud, es fundamental para construir una autoestima saludable. Reconocer y celebrar tus logros refuerza la autoconfianza y contrarresta las dudas internas.
Medina destaca que superar el síndrome del impostor requiere construir una valoración personal sólida.
«Es fundamental reconocer nuestras habilidades y logros, dejando atrás el miedo al fracaso como algo negativo y percibirlo como una oportunidad de aprendizaje», concluye.
El síndrome del impostor no es un obstáculo insuperable. Con conciencia, apoyo y cambios en la mentalidad, es posible recuperar la confianza en uno mismo y alcanzar el éxito sin miedo.