IA en el trabajo: cómo dominar la colaboración con máquinas sin perder el toque humano

By Paula Beatriz Cahuasa

Imagen de Unifranz

“Es un mundo amplio en el que hay que sumergirse y aprovecharlo a nuestro favor. Todavía existe una parte humana, personal y emocional que la IA no puede replicar”, afirma Andrea Henao, docente de la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. Para ella, la creatividad, la imaginación y la reflexión emocional seguirán siendo terreno humano durante mucho tiempo más.

Lo que vivimos es un punto de inflexión. La IA no sólo automatiza tareas repetitivas: está transformando la manera en que pensamos, producimos y colaboramos. Su impacto va más allá de lo técnico: requiere una nueva mentalidad laboral. Ya no se trata de saber usar una herramienta, sino de comprender cómo integrarla éticamente, con criterio, juicio y creatividad. Esto supone desafíos en todos los niveles: desde la gestión del talento hasta los modelos educativos, pasando por la revalorización de las habilidades humanas más difíciles de digitalizar.

“El desafío no está en consumir IA, sino en entenderla y desarrollar conocimiento crítico a partir de ella”, sostiene, por su parte, Rodrigo Fábrega, docente del MIT Media Lab y experto en educación. Para él, el verdadero uso transformador de esta tecnología se logra cuando estudiantes y profesionales no solo aplican sus resultados, sino que la usan como una plataforma para pensar mejor.

Con este panorama en mente, estas son las seis claves fundamentales para integrar la inteligencia artificial al mercado laboral de forma efectiva, según el análisis de expertos del ámbito académico, tecnológico y empresarial:

  1. El control humano es esencial

Aunque los modelos de IA han avanzado con rapidez, aún dependen profundamente de la supervisión humana. Desde vehículos autónomos hasta asistentes virtuales, la intervención humana sigue siendo necesaria en entornos complejos.

En la educación, Fábrega, destaca que “la IA debe ser un complemento, un tutor, no un sustituto. Debe ayudar al estudiante, no hacer la tarea por él”. Esta lógica puede extrapolarse a todo el entorno laboral. La IA es una herramienta de apoyo, no una mente independiente.

  1. La IA como complemento, no reemplazo

Los casos de mayor éxito con IA no son los que buscan reemplazar trabajadores, sino aquellos que la usan para amplificar sus capacidades. Empresas como Microsoft, Google o Klarna han demostrado que si bien es posible automatizar parte del trabajo, el criterio humano sigue siendo indispensable.

Como explicó Satya Nadella, CEO de Microsoft, pese a que la IA genera gran parte del código, la empresa continúa contratando ingenieros porque la intuición y el juicio siguen siendo irremplazables. Algo similar ocurre en la educación: según Henao, “la IA permite personalizar la enseñanza y liberar a los docentes de tareas repetitivas, dándoles más tiempo para centrarse en aspectos creativos y personalizados”.

  1. Elegir las tareas correctas para delegar

Los modelos de lenguaje son altamente eficientes en tareas con patrones predecibles, pero poco confiables en situaciones inéditas o que requieren interpretación. La clave está en saber a qué áreas asignarles responsabilidad.

En educación, por ejemplo, Henao señala que los sistemas pueden detectar patrones en errores comunes de los estudiantes y ajustar automáticamente los contenidos. Pero redactar un análisis crítico o guiar un debate siguen siendo labores donde el pensamiento humano es central.

  1. Usar la IA como generadora de opciones, no de certezas

La IA puede ser un gran apoyo para generar ideas o sintetizar información, pero sus resultados no deben considerarse finales. “Para utilizar la IA de manera cognitiva no basta con ser consumidores”, advierte Fábrega. Usarla bien implica saber cuestionar sus respuestas, contrastarlas y adaptarlas al contexto.

En el entorno laboral, esto significa que la IA puede apoyar la toma de decisiones, pero no reemplazarla. Los sistemas actuales carecen del juicio necesario para evaluar impactos éticos, sociales o humanos.

  1. Solucionar problemas reales, no forzar la tecnología

El éxito de la IA radica en su capacidad de resolver necesidades concretas. Empresas que han triunfado con IA —como Netflix o Github— partieron de problemas específicos que la tecnología podía resolver de forma eficiente.

En lugar de implementar IA por moda o presión externa, el mejor enfoque es identificar procesos repetitivos o cuellos de botella y aplicar la herramienta como un facilitador. Esto garantiza mayor impacto y evita frustraciones por resultados pobres o expectativas poco realistas.

  1. Apostar por una asociación creativa

La IA también puede ser una aliada en los procesos creativos, no sólo técnicos. Artistas, diseñadores y profesionales de la innovación ya la están usando para explorar nuevas ideas, generar borradores o desbloquear la inspiración.

El Foro Económico Mundial (WEF) destaca tres formas en que la IA potencia la creatividad humana: descubre patrones ocultos, ofrece una visión global interconectada y optimiza la experimentación. Pero también advierte que “la IA no puede reproducir experiencias reales ni interacciones personales”. La creatividad más poderosa emergerá, sostienen, de quienes mejor integren el potencial técnico de la IA sin perder el foco humano.

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Un nuevo perfil laboral en construcción

El futuro del trabajo no será una lucha entre humanos y máquinas, sino una colaboración sofisticada entre ambos. Las habilidades que marcarán la diferencia serán aquellas que no pueden ser automatizadas: empatía, pensamiento crítico, creatividad, comunicación, ética.

“Cuando pensemos en la IA generativa, debemos pensar que es una tecnología para pensar cómo pensamos”, concluye Fábrega. Dominar esta tecnología no es cuestión de programación, sino de conciencia. Saber cómo usarla, cuándo limitarla y para qué propósito emplearla será el nuevo arte de trabajar en la era digital.

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