Alasita: la tradición que convierte los deseos en miniaturas de esperanza

By Paula Beatriz Cahuasa

Cada 24 de enero, al mediodía, las calles de La Paz se llenan de vida. El bullicio, el aroma del sahumerio y la multitud que sale de sus hogares y oficinas marcan el inicio de la Alasita, una festividad que, entre miniaturas y deseos, simboliza la esperanza de un futuro mejor.

‘Dólares’, responde Rodrigo Medina, ingeniero civil, cuando se le pregunta qué comprará en la Alasita. Para él, esta festividad de los sueños refleja los anhelos más profundos de la gente: ‘que lleguen los dólares para estabilizar el país’.

Con raíces en las antiguas culturas andinas y una fuerte impronta de influencias coloniales y republicanas, la Alasita, palabra que proviene del verbo aymara “alathaña” que significa «cómprame», ha crecido hasta convertirse en Patrimonio Intangible de la Humanidad.

Para el historiador Fernando Cajías, la Alasita es la festividad de fertilidad y abundancia, en la que los creyentes compran illas y amuletos con la esperanza de que sus deseos se hagan realidad. Aunque es más conocida en La Paz, esta celebración también tiene lugar en diversas regiones de Bolivia y en países vecinos, donde los migrantes bolivianos han llevado consigo esta rica tradición.

La Alasita estaba vinculada a las celebraciones agrícolas del solsticio de invierno (21 de junio, Año Nuevo Andino). Sin embargo, en 1782, el gobernador Sebastián de Segurola trasladó la festividad al 24 de enero para coincidir con la celebración católica de la Virgen de Nuestra Señora de La Paz, como parte de una estrategia de sincretismo religioso y cultural destinada a integrar las prácticas andinas en el calendario cristiano, apunta Cajías.

Juan Carlos Núñez, docente de la carrera de Administración de Hotelería y Turismo de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), afirma que la Alasita ha evolucionado hasta convertirse en una manifestación cultural inclusiva, que trasciende las clases sociales y económicas, integrando a todos los habitantes de La Paz.

Carmen Choque Rocha buscará su título profesional en miniatura para realizar la ch’alla justo al mediodía. “Este año egreso y tengo la esperanza de titularme como psicóloga. Tradiciones como ésta alimentan nuestras expectativas, fomentando el optimismo y la disposición positiva, que son considerados rasgos favorables de la personalidad”, comenta la futura profesional.

La costumbre de la compra de miniaturas al mediodía del 24 de enero, es considerado un momento mágico para garantizar la abundancia y prosperidad. Estas miniaturas representan deseos como casas, dinero, autos, bienes materiales, amor, educación o salud y son bendecidas por sacerdotes católicos con agua y por yatiris (sacerdotes andinos) mediante rituales, como la ch’alla y el sahumerio.

A lo largo del tiempo, la Alasita ha evolucionado de una ceremonia agraria y espiritual a un evento híbrido que fusiona la cosmovisión andina, la devoción católica y las expresiones artesanales urbanas. Este proceso refleja la capacidad de adaptación y resistencia cultural de los pueblos originarios ante la dominación colonial y los cambios sociales», explica Núñez.

Cajías, a su vez, destaca que la Alasita es un ejemplo de mestizaje cultural, donde las prácticas andinas se combinan con elementos occidentales, pero que sigue conservando su esencia original de intercambio simbólico. La festividad ha evolucionado a lo largo del tiempo, pero sigue siendo una parte importante de la identidad cultural del altiplano boliviano.

La festividad también es un escaparate para el arte de diversos grupos de artesanos, que van desde la cerámica y los textiles hasta la orfebrería, pintura, escultura y carpintería. Estos creadores no solo elaboran hermosas miniaturas, sino que alimentan la cultura y marcan tendencias cada año.

La relevancia de esta manifestación cultural se consolidó en 2017, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, la reconoció como Patrimonio de la Humanidad e incluyó la Alasita en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.

Ritos y tradiciones

Según la Unesco, las tradiciones son representaciones culturales transmitidas de generación en generación dentro de una comunidad. En el caso de la Alasita, estas tradiciones se reflejan en ritos como la compra y bendición de miniaturas, la ch’alla y los circuitos tradicionales familiares o de amigos.

“La Alasita es mi parte favorita de vivir en La Paz, es un momento en el que parece que los deseos se hacen realidad, pero también es una feria que, por cerca de un mes, nos reúne. Hay juegos, comida y diversión, es un lugar ideal para ir a pasear, tomarse fotos, ver películas con un api o jugar canchitas. Desde que vivo en La Paz no me la pierdo nunca”, expresa Patrick Sommer, ingeniero austriaco que vive en la sede de gobierno desde 1998.

El Ekeko, figura central de la feria, es considerado un portador de prosperidad. Según la tradición, se le «cría» con ofrendas de comida, bebida y cigarrillos para garantizar buenos augurios. Otros elementos tradicionales incluyen los «periodiquitos», publicaciones satíricas en miniatura que critican eventos políticos y sociales, y los medios de pago simbólicos, como botones o billetes en miniatura, que aluden al intercambio económico.

La feria que da vida a esta tradición se extiende por más de un mes, destacando actividades recreativas como juegos de azar, retretas musicales y la interacción con personajes típicos, como la ‘llanta baja’, una chola enjoyada. A lo largo del tiempo, estas prácticas han evolucionado, adaptándose a nuevos contextos culturales, pero manteniendo su esencia ritual y comunitaria.

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